Se encontraron un buen día
una estrella y un lucero
y en su amor nació un te quiero
tierno de alevosía:
María Isabel que venía
cual preciado pergamino
hizo el más lindo camino
cuando sus ojos abrió
tanto que se quedó
como un destello divino.
Así se robaba ella
cada noche de las mías
con bostezos, alegrías
y su carita tan bella.
Como olvidarse de aquella
muñequita de papel
con ojitos de pastel
cabiendo en mis poemas
y aliviándome las penas
mi linda María Isabel.