Del payaso TumbaCocos
cierta vez me disfracé
y a tanta gente asusté
que corrían como locos.
Es que en el mundo hay bien pocos
payasos tan manganzones.
Llevé mis chistes sangrones
-ni los grandes se rieron-
y los chamas se durmieron
al cantarle mis canciones.
Al hijastro de Belquita
por poco le da un infarto
al verme salir del cuarto
con peluca y naricita.
Y de Zoila, su chiquita
jamás se le despegaba.
Tanto miedo yo le daba
que le dijo a su mamita:
«vámonos pa la casita»
que por qué la castigaba.
¿Inflar globos de los largos?
no hombre no, nunca aprendí.
Los pulmones me rompí
en esos ratos amargos.
Ninguno de esos encargos
los aprendí yo en la clase.
Tuve problemas de base
por más colores que hubiera,
ser payaso no es cualquiera
porque con eso se nace.
A esa pincha renuncié
pues no me dio resultados
viendo a niños asustados
por mucho que me esforcé.
Por los cumple que embarqué
hoy me siguen reclamando.
No me sigan convocando
-les aclaro avergonzado-
ni me escriban al privado
que ya no estoy trabajando.
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