¿Se acuerdan de la risueña
bebé gordita y pelona?
Miren cómo evoluciona,
ya no se ve tan pequeña.
No lo creerá la cigüeña,
ya casi alcanza a Samuel.
Desde un dibujo en papel
¡mira qué grande te hiciste!
¿en qué momento creciste
muñeca María Isabel?
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¿Se acuerdan de la risueña
bebé gordita y pelona?
Miren cómo evoluciona,
ya no se ve tan pequeña.
No lo creerá la cigüeña,
ya casi alcanza a Samuel.
Desde un dibujo en papel
¡mira qué grande te hiciste!
¿en qué momento creciste
muñeca María Isabel?
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Se encontraron un buen día
una estrella y un lucero
y en su amor nació un te quiero
tierno de alevosía:
María Isabel que venía
cual preciado pergamino
hizo el más lindo camino
cuando sus ojos abrió
tanto que se quedó
como un destello divino.
Así se robaba ella
cada noche de las mías
con bostezos, alegrías
y su carita tan bella.
Como olvidarse de aquella
muñequita de papel
con ojitos de pastel
cabiendo en mis poemas
y aliviándome las penas
mi linda María Isabel.
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Vino un duende a mi poesía
a que jugara con él
¿cuál es tu nombre?- Samuel,
y alegró la tarde mía.
Yo juro que no sabía
que los duendes eran eternos
juguetones y modernos
como el verso que me dijo:
-Ven a besar a tu hijo-
y fue el regalo más tierno.
A una muñeca rubita
una décima le hice
y disfruté cuanto quise
su figura tan bonita
ni una llovizna le quita
su sonrisa de oropel
digna de que un pincel
dibuje ese gran tesoro
y a todo lo que yo añoro
de mi María Isabel.
Una lágrima se estruja
a kilómetros de aquí
y es que sobre un alelí
se ha posado una «burbuja»
Es Amelia quien me empuja
a cantarle una canción
y apretarla con pasión
por diáfana peregrina
donde su encanto germina
dentro de mi corazón.
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