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Y sin que médico fuera…

Curando con infusiones
-y sin que médico fuera-
es mi madre una enfermera
que sigue las tradiciones.
Sin oír las opiniones
ella misma me curaba.
Iba al patio y agarraba
las yerbas que conocía
y en un jarrito me hacía
la pócima que aliviaba.

Para la conjuntivitis
la flor de vicaria blanca
y yagruma que destranca
la moquera y la bronquitis.
Te aliviaba la gastritis
con sábila y romerillo.
Las «secas» con un cuchillo
en luna nueva «cortaba»
y en empachos te sobaba
del peroné hasta el tobillo.

Para migraña constante
usó mentolito chino
y el aceite de ricino
que era el valioso purgante.
El llantén era importante
para muelas y flemones.
Y en temas de los riñones
el guizazo de caballo
que te sacaba sin fallo
los cálculos por montones.

Para aliviar borrachera
y mantenerte de pie
mi vieja te daba un té
que levantaba a cualquiera.
Jengibre pa la flojera
y pa diarreas el «tapón».
Ajo con miel y limón
para la tos y coriza
y que a su vez cicatriza
del cuerpo cualquier lesión.

La fiebre se me quitaba
antes de ver al doctor
y en verdad se iba el dolor
con lo que mami me daba.
En mi casa había una jaba
de palos, yerbas y hojas,
yareyes, tiritas rojas
y hasta algún santo tenía
con la velita encendía
que cuidaba a los Pantojas.

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Publicado enFamiliaMisceláneas

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