Al parque Granma yo fui
muchas veces cuando niño,
le cogí tanto cariño
que varias veces volví.
Siempre allí me divertí
cuando mami me llevaba.
Cuánta energía gastaba
de hacer tantas travesuras
y harto de confituras
de las que allí me compraba.
Con un billete de a veinte
nos daba pa todo el día,
porque de todo allí había
muy barato y suficiente.
Qué maravilla ese ambiente
de helados y cosas ricas.
Sorbetos y galleticas,
caramelos y refrescos
y de aquellos pintorescos
camiones de paleticas.
Sin cola ni matazón
me compraba en «La avioneta»,
una mochila completa
de dulces en promoción.
No me perdía la misión
de ir a verme los reflejos.
Y reírme en los complejos
de aquel bonito recinto,
que le decían «Laberinto
o Casa de los Espejos».
Aviones caza o sillitas
voladoras y trencitos,
o montarme en los ositos
que tenían musiquitas.
Me acuerdo de las lanchitas
y los toros del rodeo.
Hasta en mis sueños yo veo
las bicicletas de altura
que eran todo una locura
y un gozo en el pedaleo.
Jamás pudiera olvidar
aquellos ponis tranquilos
y los fieros cocodrilos
del Zoo espectacular.
Y a la hora de almorzar
el Luanda ¡qué buena opción!
O el Bambú, o aquel ranchón
de comida muy sabrosa,
donde vendían caldosa
o pollo con guarnición.
Esta historia soñadora
no hay nadie que la consuele,
hoy vi unas fotos y duele
el Parque Granma de ahora.
Mas mi recuerdo atesora
aquellas horas inquietas.
Metido en estas cuartetas
quiero en el tiempo viajar
y hasta ese parque llegar
pa gastar mis papeletas.
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