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Categoría: Familia

La dueña del «cocotico»

La dueña del «cocotico»
cumpliendo años está
con pastel y batuquiá
celebra sus treinta y pico.
La exacta no la publico
porque entonces se acompleja.
Pero igualmente festeja
con cariño y alegría,
haciendo bonito el día
y sin creerse que es vieja.

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Yo no cocino tan rico

Yo no cocino tan rico
ni saco al perro a orinar,
nunca te llevo a pasear
y poco me sacrifico.
Soy así, no me lo explico,
medio vago y jodedor.
Pero soy compositor
y hago décima bonita
¿qué más tú quieres mijita?
Felicidades mi amor!!

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Roel Santos, qué gran sorpresa!

Con la musa arrinconada
por la derrota del día
vino al cuerpo mi alegría
al atender la llamada.
Fue Basulto, el camarada,
me cumplía una promesa:
Con la mayor gentileza
de un alazán siempre fiel
puso en cámara a Roel
Santos, ¡qué gran sorpresa!

«El bailarín» tan cordial
me decía cara a cara,
que yo no me preocupara
porque Granma se vio mal.
Que en la Serie Nacional
este slump se olvidaría.
Que el domingo jugaría
y le pondría el corazón
para ver al gran campeón
con la gloria todavía.

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Brujería en el Hotel…

Se descubrió en el hotel
en un paquete que había,
un mazo de brujería
y una nota en un papel:
«Para Granma y su plantel,
no hay victoria ¡siacará!
Su defensa fallará
y será tan deslucida,
que va a sonar la barrida
que La Isla les dará.»

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Naufragaron nuevamente…

Naufragaron nuevamente
los caballos en Gerona,
se fue la luz en la zona
¡les quitaron la corriente!
Lapinell llamó al pariente
que narró vía quinientos:
Los piratas muy contentos
en sus mares embrujados,
mantuvieron amarrados
a los potros que andan lentos.

Se le ha visto al campeón
medio flojo ante el contrario,
no le teme al calendario –
jugó sin motivación.
Les faltó la inspiración
o deseos de ganar.
El lineup debe cambiar
si no se nota un progreso,
hay una banca pa eso
¿cuando es que van a jugar?

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Jubilación

No es fácil llegar a viejos
pero hay que reconocer,
que luego de tanto hacer
se pierden muchos reflejos.
Y aunque abundan los complejos
esa etapa hay que admitir.
Llegó el tiempo de cumplir
los quehaceres del hogar
hacer mandados, roncar
e irse temprano a dormir.

Ayer en GELMA fundaron
el Club de la Geriatría,
casi nadie lo sabía
pero hasta el jefe nombraron.
Con tiempo lo prepararon
por su buena trayectoria.
Un nuevo hito de gloria
para «El grupo» se perfila
pues con honor se jubila
un bayamés que hizo historia.

Ya pasó de los 60
sin ni siquiera avisar
y hoy está casi al llegar
bien cercano a los 70.
Así es la vejez, violenta,
eso está en nuestra cultura.
Nos ablanda la figura
con artrosis, con desvelos,
y con achaques de abuelos
que a todos pasa factura.

Este viejito merece
un millón de idolatría
y no porque sea hoy su día,
es que a diario se enaltece.
Su corazón no enveceje
y es muy grato de admirar.
Y si hay que seleccionar
al de mayor palmarés
Eddy Pantoja Milanés
sin dudas que va a ganar.

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«Buscando la jama de navidad II»

Me escribieron de La Habana
que si aquel «cuento» era cierto
y yo cayéndome muerto
temiendo que fuera un fiana.
Le dije: «No, es jarana,
si hasta soy vegetariano».
Y el tipo que es bien cubano
posteó un mensaje bonito:
«la décima del puerquito
quedó muy buena mi hermano».

Entonces me relajé
y seguí en conversación,
pa comprobar la intención
del contacto y el por qué.
¿Policía?, -le pregunté-
¡no me vayas a asustar!
Me dijo «¿quieres pasar
una linda nochebuena?
Yo te resuelvo la cena
sin que tengas que sudar».

Te contacto porque viendo
que estabas desesperado,
pensé escribirte al privado
por algo que estoy vendiendo.
Si no lo quieres, entiendo
y se acaba este relajo.
Pero a ti te lo rebajo
que tienes pocos ingresos:
si me pagas seis mil pesos
yo te consigo un guanajo.

Oye hermano, pero afloja,
ten un poco de cordura
que en tiempos de coyuntura
hasta cualquiera se enoja.
En casa de los Pantoja
no hay tanta necesidad.
Mas te digo la verdad
y en familia te confieso,
si un guanajo vale eso
no celebro navidad.

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Salí buscando un puerquito…

Salí buscando un puerquito
para asar en nochebuena,
tener segura la cena
y hacer un buen motivito.
Pero llegué al mercadito
y ese plan se me jodió.
Casi un infarto me dio,
de ese trauma yo me acuerdo,
porque la carne de cerdo
fue mucho lo que subió.

Cambié yo entonces de idea
pensando en una paleta,
aunque me quede incompleta
la fiesta va como sea.
Un tipo se carcajea
y se burló en buen cubano:
Eso «vuela» bien temprano
y cuesta bastante estilla,
porque paleta y costilla
es lo más caro en Bayamo.

Pues me voy por la cabeza
y me tiro una caldosa,
igual mi familia goza
si le sumo una cerveza.
Y cuando el socio la pesa
de nuevo el plan se jodió.
Setecientos me pidió
me dijo «y por ser a ti,
la más grande te escogí,
te va con oreja y tó».

Si la cosa ya anda así
me imagino el fin de año,
no resultaría extraño
comerse solo el congrí.
Menos mal ni conseguí
ni la vara ni el carbón.
Ni soñar con un lechón
ni con lomo, ni chuletas
voy a hacerme unas croquetas
pa salvar la situación.

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Y sin que médico fuera…

Curando con infusiones
-y sin que médico fuera-
es mi madre una enfermera
que sigue las tradiciones.
Sin oír las opiniones
ella misma me curaba.
Iba al patio y agarraba
las yerbas que conocía
y en un jarrito me hacía
la pócima que aliviaba.

Para la conjuntivitis
la flor de vicaria blanca
y yagruma que destranca
la moquera y la bronquitis.
Te aliviaba la gastritis
con sábila y romerillo.
Las «secas» con un cuchillo
en luna nueva «cortaba»
y en empachos te sobaba
del peroné hasta el tobillo.

Para migraña constante
usó mentolito chino
y el aceite de ricino
que era el valioso purgante.
El llantén era importante
para muelas y flemones.
Y en temas de los riñones
el guizazo de caballo
que te sacaba sin fallo
los cálculos por montones.

Para aliviar borrachera
y mantenerte de pie
mi vieja te daba un té
que levantaba a cualquiera.
Jengibre pa la flojera
y pa diarreas el «tapón».
Ajo con miel y limón
para la tos y coriza
y que a su vez cicatriza
del cuerpo cualquier lesión.

La fiebre se me quitaba
antes de ver al doctor
y en verdad se iba el dolor
con lo que mami me daba.
En mi casa había una jaba
de palos, yerbas y hojas,
yareyes, tiritas rojas
y hasta algún santo tenía
con la velita encendía
que cuidaba a los Pantojas.

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Cabezón!!

Yo siempre fui cabezón
desde que era chiquito
y al ser también tan flaquito
era peor la cuestión.
Resalté en la formación
con mi guámpara gigante.
Si me ponían delante
no veían los del fondo
porque este coco redondo
tapaba vista bastante.

Mi madre pasó trabajo
dando a luz a esta criatura
y en la herida, la sutura
fue más larga quel carajo.
Yo era foco del relajo:
«Willy», «Bolo», «Cabezón».
Hasta tuve una canción,
la de «Pepe cabecita»
y tan grande mi gorrita
que le cabía un melón.

Ni en los cumples me servían
las caretas que me daban,
los pulóveres no entraban
y ni pelarme querían.
En el «verde» me ponían
de arma secreta oficial.
Que algo sobrenatural
en mi chopo yo tenía
y que a futuro sería
muñecón de carnaval.

Y es que en mi familia veo
de donde viene este don:
El Pantoja es cabezón,
patiflaco y medio feo.
Y aunque en parte yo lo creo
me comporto indiferente.
Vivo feliz y sonriente,
-tal vez esto me conviene-
pues quien más cabeza tiene
siempre es más inteligente.

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