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Categoría: Familia

Salí buscando un puerquito…

Salí buscando un puerquito
para asar en nochebuena,
tener segura la cena
y hacer un buen motivito.
Pero llegué al mercadito
y ese plan se me jodió.
Casi un infarto me dio,
de ese trauma yo me acuerdo,
porque la carne de cerdo
fue mucho lo que subió.

Cambié yo entonces de idea
pensando en una paleta,
aunque me quede incompleta
la fiesta va como sea.
Un tipo se carcajea
y se burló en buen cubano:
Eso «vuela» bien temprano
y cuesta bastante estilla,
porque paleta y costilla
es lo más caro en Bayamo.

Pues me voy por la cabeza
y me tiro una caldosa,
igual mi familia goza
si le sumo una cerveza.
Y cuando el socio la pesa
de nuevo el plan se jodió.
Setecientos me pidió
me dijo «y por ser a ti,
la más grande te escogí,
te va con oreja y tó».

Si la cosa ya anda así
me imagino el fin de año,
no resultaría extraño
comerse solo el congrí.
Menos mal ni conseguí
ni la vara ni el carbón.
Ni soñar con un lechón
ni con lomo, ni chuletas
voy a hacerme unas croquetas
pa salvar la situación.

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Y sin que médico fuera…

Curando con infusiones
-y sin que médico fuera-
es mi madre una enfermera
que sigue las tradiciones.
Sin oír las opiniones
ella misma me curaba.
Iba al patio y agarraba
las yerbas que conocía
y en un jarrito me hacía
la pócima que aliviaba.

Para la conjuntivitis
la flor de vicaria blanca
y yagruma que destranca
la moquera y la bronquitis.
Te aliviaba la gastritis
con sábila y romerillo.
Las «secas» con un cuchillo
en luna nueva «cortaba»
y en empachos te sobaba
del peroné hasta el tobillo.

Para migraña constante
usó mentolito chino
y el aceite de ricino
que era el valioso purgante.
El llantén era importante
para muelas y flemones.
Y en temas de los riñones
el guizazo de caballo
que te sacaba sin fallo
los cálculos por montones.

Para aliviar borrachera
y mantenerte de pie
mi vieja te daba un té
que levantaba a cualquiera.
Jengibre pa la flojera
y pa diarreas el «tapón».
Ajo con miel y limón
para la tos y coriza
y que a su vez cicatriza
del cuerpo cualquier lesión.

La fiebre se me quitaba
antes de ver al doctor
y en verdad se iba el dolor
con lo que mami me daba.
En mi casa había una jaba
de palos, yerbas y hojas,
yareyes, tiritas rojas
y hasta algún santo tenía
con la velita encendía
que cuidaba a los Pantojas.

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Cabezón!!

Yo siempre fui cabezón
desde que era chiquito
y al ser también tan flaquito
era peor la cuestión.
Resalté en la formación
con mi guámpara gigante.
Si me ponían delante
no veían los del fondo
porque este coco redondo
tapaba vista bastante.

Mi madre pasó trabajo
dando a luz a esta criatura
y en la herida, la sutura
fue más larga quel carajo.
Yo era foco del relajo:
«Willy», «Bolo», «Cabezón».
Hasta tuve una canción,
la de «Pepe cabecita»
y tan grande mi gorrita
que le cabía un melón.

Ni en los cumples me servían
las caretas que me daban,
los pulóveres no entraban
y ni pelarme querían.
En el «verde» me ponían
de arma secreta oficial.
Que algo sobrenatural
en mi chopo yo tenía
y que a futuro sería
muñecón de carnaval.

Y es que en mi familia veo
de donde viene este don:
El Pantoja es cabezón,
patiflaco y medio feo.
Y aunque en parte yo lo creo
me comporto indiferente.
Vivo feliz y sonriente,
-tal vez esto me conviene-
pues quien más cabeza tiene
siempre es más inteligente.

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Prú oriental…

En mi casa cuando chama
vendieron Prú oriental
que lleva el nombre y aval
de «Coca Cola cubana».
Mi madre cual campechana
tenía fórmula secreta:
Mezclaba en una cubeta
bejuco indio y raíces,
pimienta pa los matices
y un poco de azúcar prieta.

En botellas de cerveza
un rato al sol se ponían,
efervescencia cogían
así por naturaleza.
Fuimos de la «realeza»
con ese prú tan genial.
Un gaseado sin igual,
que con un pan con aceite,
nos daba mejor deleite
que un MacDonald imperial.

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Yoli

Coño prima te nos fuiste
cuanto dolor familiar
un vacío va a quedar
por todo lo que tú hiciste.
Pero sonríe, cumpliste
tus tareas con desvelo.
Y seguro que en el cielo
por tu bondad en la vida
tendrás como bienvenida
el abrazo de tío Felo.

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Mató Faustino su puerca

Mató su puerca Faustino
con ideas de compartir,
mas su intento de cumplir
al final no le convino.
Ni con el plan de porcino
la carne iba a alcanzar.
Muchas deudas que saldar
casi eran compromiso
a todo el que por él hizo
y no les podía fallar.

Una pierna para Cacha
que lo ayudó con el niño
y la otra, con cariño
para Olguita, la muchacha
que en la tienda le despacha
el pollo sin cola hacer.
Una paleta pa Esther
de la chopi dependienta,
ella siempre tan «atenta»
cuando el viejo la va a ver.

Mandó a Kiki la segunda
por sus pinchas de plomero.
Él le ataja el salidero
cuando la casa se inunda.
Con entereza rotunda
la cabeza fue a donar:
A Juancito el del solar,
que siempre le dio botella
y que es hijo de Mireya
su seño de preescolar.

Las vísceras las llevó
para el centro de aislamiento
recordando el sufrimiento
de la vez que allí ingresó.
Cuando a su casa llegó
vio al cartero que salía.
Un telegrama traía
de su nieto más chiquito:
«No te olvides del rabito,
que esa es la posta mía».

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Infancia alegre

Un tentempié yo tenía
una bici, dos carriolas,
una jabita con bolas
y una «chapina» pulía.
Con un curiel yo dormía,
y hasta palomas crié.
Con peróxido pinté
la moña y me puse arete
y el más grande reguilete
en mi azotea empiné.

Me fui fugado pal río
y en la escuela me fajé,
mil caguayos yo maté
allí en ese barrio mío.
Era el rey del durofrío,
y del pru con panecillos.
Merendaba mamoncillos
montando en mi chivichana,
jodiendo a media mañana
descalzo y en calzoncillos.

Tuve un perro y un pollito,
varios puercos en corral,
que en tiempos de carnaval
nos daban el dinerito.
Tengo un recuerdo bonito
sobre cada cicatriz.
Yo no olvido mi raíz
de bayamés campechano,
niño bueno, niño sano
niño alegre y muy feliz.

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Tres de Miguel

I
Miguelito en la butaca
cuando el almuerzo termina,
en «puntica» repentina
ronca como una vaca.
A sus años se destaca
y discute en cada encuentro:
-A esa hora me concentro,
pues dormir es pa los flojos,
si ven que cierro los ojos
es que me miro por dentro-.

II
Debajo del butacón
el gato estaba dormido,
de repente, un sonido
complicó la situación.
Y en gatuna aberración
dijo, -ño, ¡me despertaste!-
-¿Y por eso te asustaste?
mijo no hay que exagerar-
-Viejo, váyase a limpiar
que seguro te cagaste.

III
También el mismo Miguel
antes de irse a acostar
por si tiene que orinar
pone debajo un bidel.
Tiene historia con Mabel,
la mujer que desposó:
Una fuerte tos le entró
y el Miguelito apurao,
agarró el tibor de miao
y con eso la salvó.

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El puro y yo somos uno

El puro y yo somos uno
estamos del mismo bando
cuando Granma está jugando
como su apoyo, ninguno.
Su abrazo llega oportuno
en la victoria o derrota.
No hay mejor compatriota
para disfrutar el juego
que hacerlo junto a tu viejo
si le gusta la pelota.

Es el aliado más fiel
cuando en la tele hay novela
contra mi madre y mi abuela
quien se les planta es él.
Es un bravo timonel,
otro jefe no prefiero.
¿Y saben por qué lo quiero
y por qué agradecido estoy?
Cuando al estadio yo voy
es él quien me da el dinero.

A esos padres peloteros,
abuelos, tíos, hermanos
y a los amigos cercanos
mis cariños más sinceros.
Feliz día compañeros
desde un invierno bien frío.
El mejor verso yo envío,
mil elogios dedicar
y alegre voy a brindar
también por el puro mío.

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«La puerquita de Erichel»

Compró Erichel a Marino
una puerquita en destete
pues la crianza promete
con el ganado porcino.
El yarense campesino
se preparó un gran corral.
Y con su gran potencial
y pensamiento de austero,
invirtió todo el dinero
en función de su animal.

Medio año madrugando
luchando el pienso barato
hasta un campo de boniato
el hombre estuvo sembrando.
El sancochito luchando
cargado en su bicicleta.
Reproducirla, la meta
que en serio planificó
y ciegamente apostó
lo que tenía en la tarjeta.

Pasó un año la lechona
gastando plata y comida,
mas se veía desnutrida
culiflaca y cabezona.
Habló su esposa cabrona
-la cómplice del machero-
«Por estar de embelequero,
¡mira que te aconsejé!
y quiero en MLC
mi porciento del dinero».

Y al no poderla vender
la cogieron de mascota
hasta el arroz de la cuota
le echaban para comer.
Nada se puede ya hacer
ni siquiera chicharrones.
Ni soñar con los lechones
que un día se imaginaron
porque la plata gastaron
y ya no tienen opciones.

Ahora Erichel se embulló
y a buen negocio le apuesta
le hicieron otra propuesta
y más dinero gastó.
A la puerca regaló
sin siquiera decidir.
Él nunca va a desistir
a su negocio porcino
y le compró a un campesino
un verraco pa invertir.

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