Pidió Kate a Leonardito que le pintara un retrato, (ya conocía de hace rato el arte del muchachito). -Que me quede bien bonito, me voy hasta a desnudar- Y el pintor sin vacilar, viendo curvas bien cerquita, sacó una obra «igualita» sin ni siquiera borrar.
Fue la primera ocasión que «Rose» se desnudaba, pero «Jack» ya la pintaba así en su imaginación. Aquel dibujo en cuestión se quedó para la historia. Desvestida en la memoria de un jovenzuelo atrevido, que vio en ese barco hundido lindos momentos de gloria.
Mira a la niña Nandita que ya tiene su canal, de alcance internacional ¡Como está La Guajirita! No olvido mi cancioncita que ella le puso su arte. Mucho gusto en ayudarte, todo el pueblo está contento apoyamos tu talento: Dale tu like y comparte!
El nasobuco hoy va a ser no solo una protección, sino más que salvación al de no buen parecer. Detrás se puede esconder cualquier defecto o tabú. El narizón o el bocú, hasta el feo de nacimiento, nos cuida del mal aliento, o la impresión de un dientú.
Al que se come los mocos le pone freno a su idea y al que tenga quijá fea le dan apodos muy pocos. Hay ciudadanos bien locos que usan dos a su manera. Se cubren la cara entera para ocultar sus detalles, se hacen selfies en las calles y se ven feos comoquiera.
¡Un sueño grande cumplido! Cándido me saludó. Y un cariño me envió como a Dios le había pedido. Es un regalo que ha sido un amuleto a mi aché. Desde este día seré el poeta más dichoso que guardará bien celoso la bendición de Fabré.
Fue Cristo y resucitó a Lázaro al cuarto día y dijo a Marta y María: «su hermano nunca murió». Y Betania se alegró viendo a su santo volver. Volvió fuerte para ser el obispo de Kitión de aquella resurrección que marcó el amanecer.
En otra historia él era un indigente leproso, con heridas y andrajoso sin una manta siquiera. Destinado a una cojera que al andar lo destruían. Unos perros que comían las frutas que le tiraban, en las calles lo cuidaban y sus llagas le lamían.
Orula a Babalú Ayé muchas mujeres contó y hasta Ochún lo abandonó por irrespeto a su fe. Estuvo enfermo hasta que Olofi le dio el perdón. El santuario del Rincón a sus fieles hoy invita a ponerle una velita y brindarle devoción.
El ovejo me escribió que estaba medio celoso: «No quiero ser tan chismoso, mi carne también subió». En fin de año igual yo participo en el caldero. Décimas también yo quiero en este espacio oportuno, pues no estaré el treinta y uno pero sí en el día primero».
Mató una gallina André pensando en una comida peló especias y enseguida cocinó un buen fricasé. Nunca imaginaba que fuera un rollo el repartir. Comenzaron a exigir las postas como subasta y aunque el socio es entusiasta no sabía como cumplir.
«Para mi niña un muslito, que ella no come otra cosa», dijo tía Cacha nerviosa marcando bien tempranito. Y también pidió Orlandito el otro muslo del plato. «Ese es mío hace rato» – salió Heidy reclamando – «No te sigas embullando y refresca el arrebato».
«Mi pechuga..!»- dijo el viejo – «A mí me dio la Coví!». Osley: «Y el encuentro a mí, yo casi nunca me quejo». Y aunque se vio disparejo, el otro fue pa Fernando. Las patas se están usando en sopa pal hospital, porque Jorgito está mal (el dengue lo está matando).
La hermanita de crianza se embulló en hacer croquetas: «Quiero las alas completas que con menos no me alcanza». Guillermito con confianza fue a buscar en la salsita. Y saltó la tía Carmita en el medio del molote: «No te lleves el cocote es mi posta favorita».
Las vísceras no quedaron tampoco hicieron el cuento, las volaron al momento y ni a la mesa llegaron. El hígado se robaron y solo se oyó la queja. Lemna quiso la molleja sin siquiera estar cocida, ella siempre precavida dando alante (moraleja).
Cuando todo se acabó y las sobras recogieron, dos hermanas discutieron por eso que allí quedó. Hasta Toqui reclamó él que no sabe ni hablar: «No se vayan a antojar de mis huesitos ahora, que soy yo quien los devora casi siempre al terminar».
Fabré le canta a la gente y ¿quién le canta a Fabré? Unas décimas le haré a ese sonero de Oriente. Es un arte diferente pero nos une la rima. Improvisando él me anima por su clara inteligencia y el sabor de su presencia cuando sube a la tarima.
Cuando ese negro amanece arrollando con su orquesta, suena más rica la fiesta que todo el pueblo merece. Y es que cantando enloquece al público en la parranda. No hay que darle propaganda él solo enciende la pista porque a ese hijo de Sixta no le hace falta ni banda.
«Aló Baby», «El Apagón», «La habana quiere guarachar…», «Guayabita del Pinar» «Juana» y «Coge el Camarón». «La cena del familión», «Ula-Ula», «El barrendero». A Fidel: «Estoy entero», «Tate tranquilo, «Charará», «La niña quiere Cha-Cha-Chá», «Volverás» y «Ole torero».
«Viriato», «La garantía», «Cántale tú Barbarito», «No seas travieso Candito», «Una mujer policía», «La del barrio o María», «La última», «Fabré llegó», «Yutong», «Me lo llevaron tó» y «La negra de Macuto» son temas que yo disfruto y que ese grande cantó.
Éstas décimas le pude dedicar como poeta, que le llegue mi tarjeta y algún día me salude. Espero alguien me ayude (yo soy un tipo de ley). Iré en vuelta de El Caney a ver si veo a Fabré pa decirle que encontré su «Sombrero de yarey».
Qué bueno ese Manzanillo con su elegante glorieta, su Pinilla y su liseta y el malecón tan sencillo. El Benny le da más brillo con su estatua frente al mar. Y sirenas que al posar sus bellezas nos cautivan, porque al verlas nos motivan y nos hacen regresar.
En La Concha disfruté unos lindos carnavales, en agosto en sus finales bastante que allí bailé. Tiene tarima el Fabré donde canta «El apagón». El mejor coctel de ostión, los tamales y el pescado, y cajitas de enchilado de langosta y camarón.
Su Demajagua gloriosa, perla del Golfo oriental, casa de «La original» con la que su gente goza. Cuna de gente famosa como Puebla el cantautor. Y el órgano da color a ese pueblo que yo amo, porque junto al de Bayamo es de Granma lo mejor.
Andaba medio fachao y me llegué al Paradero, para gastar mi dinero en pizzas con macho asao. Allí las vende El Jabao que es un tipo campechano. No hay timbirichi cubano que tenga tanto nivel como el del socito aquel en el centro de Bayamo.
Bajé por Antonio Saco buscando algo de beber, (es que soy de buen comer a pesar de que estoy flaco) Encontré un afrodisíaco batidito de zapote. Allí me embarré el bigote tomándome dos vasitos, con algunos pastelitos para que el gusto se note.
Me colé en el Mercadito -siendo ésta buena tienda- para echarme una merienda y calmar ese apetito. Un refresco de pomito con diez pesos resolví. Y al rato cuando salí me llegué a La Croquetera, donde vacié mi cartera por lo que allí me comí.
Un vendedor de algodón en la esquina del paseo aprovechaba el recreo haciendo plata un montón. Y le dije: Muchachón, ¿me haces uno bien bueno? Y con el vasito lleno de azúcar multicolor, echó a andar el motor de ese negocio tan pleno.
Confiando en la barriguita -sabiendo que era mi embarque- llegué a la esquina del parque a comerme una rosquita. Luego marqué en la colita para comprarme un helado. Y esperando allí sentado mientras el «buque» venía, el menudo que tenía me lo gasté en granizado.
Almorcé en el Bar Pedrito lo mejor de ese menú, y a la vuelta me eché un prú bajando por Capotico. Me pasé un día bien rico y me di tremenda hartá. Llegué a casa y mi mamá me esperaba con cariño: -Dale báñate mi niño, que ya la comida está.